Lo que la vida me ha enseñado
15:00:17 / 02/02/2013
Autor: Redacción
Lo que la vida me ha enseñado
Ernest Hemingway
(Tal y como lo conto a Kurt Singer en una entrevista)
Un escritor tropieza con sus hilos. Estaba yo en los muelles de La Habana, El Mariscal, platicando con un viejo pescador y él me conto la historia de “EL VIEJO Y EL MAR”. Aunque no exactamente en la forma en que yo la escribí. Como buen reportero añadí un poco de color aquí y allá.
Sigo siendo periodista; informo lo que sucede. Siempre he sido periodista y siempre lo seré. Igual era Goya. Goya sobre todos. Mire sus dibujos sobre la guerra y sobre los toros.
Un escritor no necesita mucho sobre que elaborar. Este pescador simplemente se quejaba un poco acerca de su mala suerte, y un mucho acerca de haber pescado en cierta ocasión un marlín grande y luego de haber perdido la mayor parte del pez por los tiburones.
Como el impuesto sobre ingresos. Uno trabaja duro, y luego llegan los tiburones fiscales y se llevan sus tajadas. Claro que este pescador no mencionó esto. Gané 400,000 dólares por este libro ¿Sabe usted cuál fue el impuesto?
Nunca trabajo de día. Escribo de noche. Es malo para los ojos, pero no puedo remediarlo. Tengo un ojo malo y uno bueno. No puedo quejarme. Una vez un tipo me picó con los dedos un ojo, y desde entonces no puedo ver con él, peor el otro está bien.
Claro que eso puede crear problemas a veces, he sufrido siete golpes en la cabeza, seis costillas fracturadas y unas cuantas cosas más. Pero no puedo preocuparme por unos cuantos incidentes menores. Tienen que sucedernos si no nos escondemos bajo la cama.
Cuando escribo trato de evitar la publicidad. Un hombre necesita vida privada para escribir, y a veces tiene que mostrarse un poco más rudo para conservar su vida privada. Trabajo como desesperado para escribir un libro mejor que el anterior.
Cuando uno ha terminado un libro, terminado está. Es como la cacería; un libro terminado es como un león muerto. Quizá venga alguien y le dé a uno un premio por acabar con un gran león y eso está bien, pero lo que a uno le interesa es el siguiente león. Ahora estoy pensando en mi siguiente libro, no en un león muerto.
Aún estoy lo bastante fuerte; un viejo pillo, golpeado, sí, con mi cosecha de cicatrices, pero aun fuerte. Bebo buen licor, lucho contra peces grandes, y escribo duro. Esa es la forma de hacerlo. Y cazando. Cazar conserva nuestros sesos en la cabeza y el corazón en donde corresponde.
Eso vale para toda escritura. Hay que conocer el trabajo y material de uno. Cazarlo. Y sobre todo… vivirlo.
De: El Mundo de Hoy, Editorial Novaro, S.A., 1970.
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