Un paseo por Juangacuaro Un paseo por Juangacuaro

06:20:49 / 20/04/2018

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Un Paseo por Juanguacaro.

Por Macario Ramos Ch.

Parácuaro,Mich.- En varias ocasiones había tenido la curiosidad, al igual que miles de visitantes, de conocer la amplia propiedad de Alberto Aguilera, Juan Gabriel, convertida en un rancho llamado Juanguacaro, que se encuentra casi en la entrada del municipio. Muchos lo miran con discreción, a otros les despierta la curiosidad por saber lo que existe adentro y los más, sólo imaginan el lugar.
Domingo de abril, un sol abrazador, que quema la piel y ni el agua de jamaica quitan la sed. Una improvisada cerca de maderos y alambres de púas. Chivas, gallinas, caballos. Enormes bardas,cubiertas por camelinas rojas, intensas, verdes hojas y una sombra, donde nos guarecemos, cuando de pronto, sale a nuestro encuentro, Don Pablo Aguilera, único sobreviviente de la Dinastía, que llamó la atención del mundo y contó entre sus integrantes, al hijo pródigo, considerado todo un talento de la composición e interpretación musical, Adán Luna, el nombre que asumió artísticamente en sus inicios.
Don Pablito, como le llaman en el municipio de los manantiales, hombre de campo, sale en playera, viste un raído pantalón de mezclilla, huaraches y hablar pausado, muy pausado, toda vez, los distintos padecimientos que le aquejan. Difícilmente mueve su mano derecha para saludar. De pronto, sus ojos se agrandan, luminosos, sabe el motivo de la visita. Y abre las puertas, para pasar con toda confianza al paraíso de la creación artística.
La oportunidad de conocer el espacio, se logró, gracias a la siempre oportuna intervención del licenciado Juan Antonio Carrillo Reyna, la presencia del Cronista Armando Villaseñor Cervantes, los colegas y amigos, el español, Javier León Herrera y Juan Manue Navarro, ambos un día antes, habían presentado con todo éxito, en la plaza principal, el libro " Adios Eterno " y un servidor, fungió como comentarista de la obra.
Poco a poco, fuimos avanzando en los amplios pasillos, un pasto crecido y amarillo. Arboles frutales, sobre todo mangos, en la actual temporada, se caen de maduros. Esculturas de cantera, sobre todo elefantes, ranas, tortugas, que en su interior, alguna vez, tuvieron flores. Sólo queda en cada una de ellas, tierra de encino, que trajeron desde los bosques de Uruapan.
Al ir avanzando rumbo a las instalaciones, Don Pablo, habla de sus composiciones, actualmente tiene como 80 canciones.
Al primer lugar que llegamos, es la cocina, donde se alcanza a ver un amplio comedor, de colores vivos y en tonos pastel, una pintura, donde destaca la sabrosa sandía. La silla del centro, era el lugar preferido de Alberto, su hermano. Siempre degustaba los platillos regionales, la morisqueta, con sus pedazos de adobera, salsa de jitomate, poco chile y tacos de requesón. Y así está, desde la última ocasión que vino, recuerda, al tiempo que rememora : " Como unos diez años, mas o menos. "
Después, se proyecta una amplia sala, llena de luz. Un imponente Buda, cómodos sillones, el antiguo escritorio, hojas en blanco, que con el paso de tiempo, tienen un color sepia. Aquí, se escribieron muchas canciones. Alacenas, pletóricas de artesanías, sobre todo de Capula. Los pisos todavía se conservan bien.
Juan Gabriel, cuando de pronto, buscaba el reencuentro, la paz interior, caminaba de un lado a otro en la parte donde se encuentra en medio un Buda. De pronto fijaba su vista, a la derecha y al fondo estaba el estudio de grabación, listo para guardar la más reciente composición.
El rancho tiene una caudalosa acequia, a la que le construyeron un bello puente, que alguna vez, lució en todo su esplendor. Aquí la panorámica, es imponente. Se escucha el paisaje sonoro de la tierra caliente. De pronto, pasa un chivo corriendo, allá el graznido de un ave, un caballo pastando y, nuevamente el silencio.
Así pasan los días, en un Juanguacaro, propiedad que no se ha definido legalmente. El hermano mayor, dice, " no me gustan los problemas, nadie me molesta, vivo sólo ". Ahí la llevo con mis achaques, al tiempo que muestra una axila de su mano izquierda, donde tiene incrustada, bajo la piel un catetere, que recorre parte de su cuerpo. No es fácil, el paso del tiempo, pero ahí la llevamos.
De pronto, cambia la plática, como buen anfitrión, invita a desayunar, un rico chocolate en leche, piezas de pan, recién hechas, conchas y rosquillas. Un platillo de huevo con jamón, tortillas y agua de horchata, que comedidamente, sirven dos empleadas del Ayuntamiento que preside Noe Zamora Zamora, uno de los paracuarenses, más cercanos a los Aguilera. Ni duda cabe.
Sigue el paso de las horas, el regalo en CD de las canciones. Las prisas por el regreso a la capital michoacana, el agradecimiento por las atenciones. Y de ésta forma, concluyó un recorrido fantástico, real, inédito, rico en anécdotas del pueblito que es bonito, es bonito, donde se ubica Juanguacaro, que algunos desean verlo convertido en museo, otros, que se conserve igual, aunque ésta ya es otra historia.