La sociedad occidental integrada por Estados Unidos, Canadá y Europa occidental (léase Gran Bretaña, Alemania, Italia, Francia, España y Holanda, principalmente) ha sido lo peor que humanamente nos ha pasado.
12:49 PM 03/01/2025
Por Juan Pérez Medina.
La sociedad occidental integrada por Estados Unidos, Canadá y Europa occidental (léase
Gran Bretaña, Alemania, Italia, Francia, España y Holanda, principalmente) ha sido lo peor
que humanamente nos ha pasado.
Los países de occidente son los que se expandieron por Latinoamérica, Asía y África y, con
las armas por delante, colonizaron, saquearon, esclavizaron, reprimieron, asesinaron y
despojaron brutalmente a los pueblos de estos continentes. Las riquezas allí contenidas
fueron sustraídas utilizando mano de obra esclava o semiesclava de quienes vivían en ellas.
Los colonizadores supremacistas que lo han sido y lo son hasta hoy, determinaron que
quienes vivián en esos continentes eran “salvajes”, “seres inferiores”, “sin alma”, como se
dijo por los colonizadores españoles, al referirse a las personas que vivían en Mesoamérica.
Por esta razón, fueron considerados inferiores, casi animales, a los cuales se les obligó a
realizar las faenas más difíciles bajo la supervisión amenazante de los capataces de las
minas, haciendas y factorías.
Por siglos gobernaron en estas tierras consideradas de conquista. En América latina, fueron
más de 300 años y, en ese tiempo, con el sudor y la sangre de nuestros indígenas, robaron
oro y la plata en cantidades estratosféricas. Justificaron (y lo hacen aún) su desvergüenza,
mediante el cinismo y el poder que detentaban. “Vinieron a traer la civilización”. Cualquier
oposición a sus designios fue acallada con la tortura o la muerte. La permanente resistencia
de los pueblos indios durante el despojo fue atendida sin misericordia. La santa Inquisición
se encargó de imponer a los sublevados, bajo el argumento de la idolatría y el desacato a la
religión que ellos impusieron, las penas ejemplares propias de las bestias. Les cortaron la
lengua, las orejas, fueron quemados vivos o torturados antes de morir. Aun se conserva en
la CDMX el museo de la ignominiosa santa Inquisición, que torturó, mutiló y asesinó en el
nombre de una civilización católica bárbara.
Los agravios para los pueblos de estos continentes son interminables y se siguen
cometiendo. El siglo XVIII vio el alumbramiento del mundo cuando las fuerzas productivas
dieron un salto extraordinario de la mano de la ciencia y la técnica. Los talleres familiares,
rudimentarios, artesanales, dieron paso a las primeras fábricas y el mundo pudo ser
geográficamente conocido gracias al invento del ferrocarril y las maquinas movidas por el
carbón. Era el siglo de las luces, pero no para los pueblos. Con las expediciones surgidas
un siglo antes y aposentadas en los territorios del resto de los continentes, Europa ya
disfrutaba del saqueo, el despojo, la superexplotación humana, el racismo, la segregación
y el clasismo. De ese despojo surgió lo que hoy es Estados Unidos.
Los países de Europa se expendieron por todo el mundo y, a donde llegaban lo tomaban
como propio sin importar que ahí ya hubiera otros pobladores. Inglaterra ocupó más del 30
por ciento de África, pero también le correspondió una parte a Francia, España, Portugal,
Alemania e Italia. La misma suerte corrieron los pueblos de América y de Asía. La guerra
más cruenta y desigual se celebró en Indochina, que había sido colonia francesa y que, ante
el avance del socialismo, Estados Unidos decidió invadir.
Los gobernantes occidentales han considerado siempre que el destino de los pueblos está
en sus manos y que por ello están en su derecho de decidir por ellos. Además, se
consideran una estirpe superior de la raza humana; ejemplos de lo anterior hay muchos:
Los nazis en Europa, los bóer holandeses en Sudáfrica o el ejemplo genocida de Israel.
Los países occidentales ricos han creído siempre que tienen el derecho de intervenir en los
asuntos de los pueblos que conquistaron, aún el día de hoy cuando éstos ya no son
considerados colonias de aquellos. Y si no lo hacen directamente, de forma indirecta tratan
de imponer su influencia y dominio.
Una de las formas más sutiles de mantener el control es en base a las relaciones
económicas que se generan entre un intercambio desigual; pues mientras unos aportan
mano de obra barata y la materia prima, los otros aportan maquinaria, tecnología y
financiamiento. La deuda externa que pesa sobre las espaldas de los países periféricos que
es, además, impagable, funciona como mecanismo muy efectivo de presión para imponer
la agenda de los países ricos occidentales. Lo hacen también por medio del control de los
medios de comunicación, los cuales difunden a diario el relato de lo que es lo correcto
desde su perspectiva y condenando lo que se considera malo para los propios pueblos. Así
se justifican las atrocidades que comenten todos los días en todas latitudes. El papel que
han jugado los medios de comunicación occidentales, que es en primer lugar vergonzoso,
ha servido para, incluso derrocar a gobiernos democráticos o justificar su derrocamiento o
un golpe de estado o una invasión. Recordemos el suceso de la llamada “tormenta del
desierto” en donde los Estados Unidos atacaron Irak bajo el argumento de que el régimen
del presidente Sadam Husein tenía un arsenal de armas químicas. Al tiempo se supo que
tales armas nunca existieron. Damasco y otras ciudades fueron bombardeadas
continuamente durante semanas y prácticamente destruidas. Cientos de iraquíes murieron
ante esos ataques. El presidente de los Estados Unidos no fue juzgado por esa terrible
atrocidad. Los gobiernos accidentales guardaron silencio ante tan vil atropello. Así se
castiga a quienes osan desafiar es estatus quo del sistema capitalista occidental.
En nuestro país los grandes medios de comunicación han jugado un papel deleznable para
intentar socavar al gobierno de la Cuarta Transformación. Desde España y Estados Unidos
se hacen comparsa de los grandes potentados para actuar con mentiras a favor de sus
intereses. El New York times y el Washington Post, entre otros se han encargado sin
disimulo a tergiversar la verdad para demeritar al gobierno mexicano. Pero los grandes
medios nacionales y sus personeros (columnistas y editorialistas) no han tenido empacho
en vociferar contenidos llenos de odio y mentiras. Hoy los medios masivos de
comunicación nos presentan una realidad que es cada vez menos cierta, pero que
trasciende en el
El líder morenista subrayó que la solución a la migración debe partir de atender las causas estructurales que la generan, como la pobreza y la falta de oportunidades.