Occidente: Supremacía, Crimen y Despojo (Última Entrega)

Por Juan Pérez Medina.

En la entrega anterior mencionaba que los países de occidente han sido un lastre para la humanidad. Y que por siglos han mantenido una hegemonía sobre el resto de los países considerándolos como terreno de conquista y a los que en ellos viven como seres inferiores.
También mencioné que, si bien se han retirado formalmente de los países que fueron sus colonias, aun mantienen su influencia y dominio sobre ellos para continuar explotándolos. Lo hacen de muchas maneras, unas veces sutiles, como con las presiones económicas o por medio su visión cultural y con el uso conveniente de los grandes medios de comunicación. Aunque cuando lo consideran necesario no dudan en aplicar mano dura.
De los países del mundo y encabezando a Occidente, los Estados Unidos tienen, por mucho, el récord de invasiones militares a otros países y la injerencia en sus asuntos. Baste como ejemplos de lo anterior, las invasiones a Irak, Afganistán, Libia, Vietnam, República Dominicana, Guatemala, Cuba, México, Panamá, Granada, siendo auspiciador de los golpes de estado en Chile, Argentina, Brasil, Bolivia, Perú, Filipinas; y siendo artífice de movimientos para derrocar otros gobiernos, como ocurrió en Egipto, hace unos años. Estados Unidos es sinónimo de violencia. Las armas que corren en Los países árabes, africanos y ahora en Ucrania, como lo fue antes en los países de la antigua Yugoslavia y Checoslovaquia, en su mayoría son de origen estadounidense u occidental. El mismo origen tienen las sofisticadas armas que emplean los “carteles” de la delincuencia en México.
Cuando los recursos de las presiones económicas o de los bombardeos desinformativos no logran su cometido, entonces vienen las medidas más duras. Una de ellas muy arraigada en esos países es la de socavar la fortaleza de los gobiernos mediante sanciones económicas como ocurre con Cuba desde hace más de cinco décadas, o con Venezuela, Irán, Rusia, China, Corea del Norte, que son considerados sus enemigos. Pero, además, organizan a la oposición de esos países de forma interna y financian sus actividades legales e ilegales para restar legitimidad a los gobiernos entre la propia población. Así ocurre con la oposición cubana, venezolana, colombiana, boliviana, etc. México se ha quejado formalmente ante el gobierno de los Estados Unidos por su actitud injerencista de brindar financiamiento a la organización de ultraderecha llamada “Mexicanos contra la Corrupción” que lidera el grupo de Claudio X González y que se opone al gobierno de la Cuarta Transformación, a través de USAID, que supuestamente se encarga de luchar por las libertades democráticas en todo el mundo. Pero el descaro es mucho mayor aún; pues han llegado a desconocer gobernantes e imponer de facto los propios, como ocurrió en Venezuela con Juan Guaidó, que la hizo de comparsa del gobierno yanqui para intentar derrocar al “chavismo” en ese país.
Y, cuando todo eso falla, entonces viene el uso directo e indirecto de la violencia. Se auspician guerras, derrocamientos, como el que sucedió en Honduras con el general Celaya o en Perú con el maestro Pedro Castillo presidente legal y legítimo de ese país, encarcelado por los golpistas o como sucedió en Brasil con Dilma Russef o en Bolivia con Evo Morales.
Se desconocen los resultados electorales cuando no les son beneficiosos y acusan a los adversarios de haberse impuesto mediante argucias ilegales, como ocurrió en Venezuela, en Rumanía y en Georgia hace apenas unas semanas. En estos dos últimos países, el argumento para no reconocer a los ganadores fue el que Rusia había intervenido a favor de los que resultaron más votados.
Y, si esto no es suficiente, entonces vienen los golpes de estado o las guerras internas o entre países vecinos. No hay guerra en que la cola de Occidente no esté presente, en donde su presencia no se huela.
En el fondo de todo lo anterior subyace una idea colosal: los países occidentales consideran que es su derecho intervenir en otros países cuando así lo consideran. Creen que deben mantener su control del mundo, con sus niveles de saqueo y muerte, propias de su legado capitalista.
Por eso no es de extrañar la actitud del recién reelecto Donald Trump en las elecciones de los Estados Unidos, cuando deja escapar su idea supremacista sobre el resto del mundo. “Voy a aplicar aranceles a México y Canadá”; “vamos a recuperar el Canal de Panamá”, “Canadá debería ser el Estado 51 de los Estados Unidos”, etc, etc. No es propio ni exclusivo de Trump y su grupo de poder el pensar de esta manera; también lo hacen los demócratas y los europeos, aunque no lo digan o se hagan los indignados. Todos son iguales y, por eso actúan de la misma forma. Su naturaleza imperial se muestra de cuerpo entero al considerarse que puede imponerse a cualquier país, por las malas o por las buenas, dejando claro que el derecho internacional, como así ha sido, no importa cuando de expandir su control y dominio del mundo se trata. Insisto, todo Occidente es así; lo han demostrado en los hechos, tanto los gobiernos europeos como los yanquis; sólo que Donald Trump y su bocaza lo dejan ver en sus amenazas cotidianas.
Occidente, que ha venido desde hace siglos moviendo los hilos del desarrollo universal a través del sistema capitalista y a sangre y fuego; está en crisis ante el empuje de la zona asiática, encabezada por China, que se van poniendo a la cabeza del desarrollo económico y tecnológico. Esta crisis es ya una realidad innegable. No es de extrañarse que por ello los derechistas estén tomando el timón de un barco que ya zozobra y que comienza a dar verdaderos coletazos, por cierto, muy burdos y no menos peligrosos y destructivos. Lo estamos viendo.

Occidente: Supremacía, Crimen y Despojo (Última Entrega)

Autor: Redacción

Autor multimedia: Producción