La paz no solo es un anhelo lejano en Michoacán: es una ausencia dolorosa. Lo más alarmante es que hemos dejado de hablar de ella. La violencia se ha vuelto paisaje cotidiano y la nota roja, rutina informativa.
12:33 PM 24/04/2025
Por Laura Gisel Ramos Murillo
Morelia, Mich./ La paz no solo es un anhelo lejano en Michoacán: es una ausencia dolorosa. Lo más alarmante es que hemos dejado de hablar de ella. La violencia se ha vuelto paisaje cotidiano y la nota roja, rutina informativa. Mientras tanto, crece una insensibilidad social que debería preocuparnos profundamente.
Ante esta realidad, debemos preguntarnos con honestidad: ¿estamos todos cumpliendo nuestra parte? La respuesta incomoda, pero no podemos seguir evadiéndola. La responsabilidad de transformar nuestro entorno no recae únicamente en los gobiernos. También es tarea de las familias, las escuelas, los profesionistas... y, sobre todo, de quienes lideramos acciones sociales.
Como actores con influencia en nuestras comunidades, no podemos permitirnos la indiferencia. Estamos llamados no solo a denunciar lo que no funciona, sino a ser parte activa de lo que puede sanar. Y eso empieza por reconocer que hoy vivimos más que una crisis de seguridad: atravesamos una crisis de esperanza.
Estamos sobreinformados, bombardeados constantemente por contenidos que alimentan el miedo, la división y el escepticismo. Y sin darnos cuenta, hemos comenzado a perder algo esencial: la sensibilidad. Nos hemos acostumbrado al dolor ajeno, y en esa costumbre peligrosa se nos escapa la humanidad.
Pero aún hay espacio para resistir. La esperanza se construye en lo cotidiano: en cada proyecto comunitario, en cada red de apoyo, en cada historia de transformación que decidimos visibilizar. Necesitamos, como líderes sociales, apostar por un nuevo discurso. Uno que no niegue la gravedad del contexto, pero que se atreva a imaginar y trabajar por una realidad distinta.
Las buenas noticias existen, sí. Hay iniciativas valiosas y personas comprometidas. Pero no son suficientes todavía para cambiar el clima emocional y cultural de nuestro estado. Nos toca amplificarlas, conectarlas, replicarlas. Nos toca crear puentes en vez de muros. Porque más allá de las diferencias ideológicas o políticas, lo que está en juego es el futuro de nuestras comunidades.
Michoacán necesita más que diagnósticos y denuncias. Necesita liderazgos comprometidos con la reconstrucción de la esperanza. Y esa es, hoy más que nunca, una tarea colectiva.
Lo anterior, en el marco del Congreso “Medios Alternos de Solución de Controversias y Justicia Restaurativa” convocado por la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Michoacán (CEDH), que preside, Marco Antonio Tinoco Álvarez.