La ciudad de Uruapan, orgullo del estado de Michoacán, nació en los momentos en que se integraba la cultura indígena con la española para dar nacimiento a nuestro mundo de mexicanos.
12:00 PM 06/02/2013
Don Vasco de Quiroga y Fray Juan de San Miguel
Antonio Arriaga Ochoa
La ciudad de Uruapan, orgullo del estado de Michoacán, nació en los momentos en que se integraba la cultura indígena con la española para dar nacimiento a nuestro mundo de mexicanos.
Fray Juan de San Miguel fue uno de los primeros religiosos franciscanos que llegaron a Nueva España en la misión de 1529 (1).
Los tarascos habían huido a la sierra por el horror que les causara Nuño Beltrán de Guzmán; y Fray Juan lleno de celo por la conversión de las almas, penetró hasta los lugares más remotos; no quedó cumbre, gruta o monte de toda provincia, dice el padre A. de Larrea (2), que no recorrió a pie y descalzo; descubriendo en sus retiros a los indígenas, logró que bajaran a este lugar, a la vida pública y sociable. Este hombre extraordinario, en el año de 1536 aprendió la lengua tarasca, redujo a los indios a la civilización, y fundó los pueblos de Tancítaro, Charapan, Periban y otros muchos de la sierra; estableció en todos ellos iglesias y hospitales, y concluida la conquista de la sierra vino a fundar a Uruapan el año de 1940 (3).
Llegó a este sitio, y viéndolo tan fecundo, ameno y vistoso, y que el cielo se le inclinaba con tan lindo agrado, escribiendo en los semblantes el efecto con que le miraban, hizo alto el colono, caudillo del pueblo, y fundó a Uruapan en el mejor lugar que contenía todo el valle y que tiene el reino de Michoacán, repartiendo la población en sus calles, plazas y barrios, con la mejor disposición que pudiera la aristocracia de Roma.
Según refiere el cronista, dando a cada vecino su posesión, mandando que desde luego hiciesen casas y huertas, plantando de todas frutas y aclimatando nuevas, y distribuyó agua de pie para la verdura con tan linda disposición que todo Uruapan parece un país flamenco, de frutales tan levantados que en competencia con los pinos, se suben al cielo. A un lado del pueblo está un ojo de agua de doce varas, tan profundo y corpulento que discurriendo hacia el poniente a tiro de piedra es un río caudaloso.
Construyó la iglesia, hospital o Huatápera, que se complementa al fundarse el Centro Indigenista en la sierra de Uruapan, y restituirle, a todos los pueblos tarascos, sus tierras.
Fray Juan de San Miguel estableció escuela de primeras letras y de música, enseñó las artes a los indígenas, y los defendió valerosamente de la opresión de los conquistadores, logrando fundar veinte hospitales en la región, para salvar a los naturales de las pestes que se sucedían y asolaban a los pueblos.
Aquella labor la recogió don Vasco de Quiroga y la extendió en forma prodigiosa, según afirmación del propio cronista Larrea; don Vasco convierte los hospitales en organismos con sentido económico, social y agrario.
Ante nosotros se presenta don Vasco con media vida en la penumbra, y el resto de su tránsito terrenal bajo la luz creadora del sol de los trópicos y hasta parece, desde nuestro punto de vista, que sus primeros sesenta años fueron una larga preparación para la tarea definitiva.
Ahora sabemos, por la investigación realizada por B. Warren, que en 1525 fue enviado como juez de residencia del corregidor español a Orán, en Argelia; sus rectos principios morales se manifiestan en sus tratos con moros y judíos, dándoles la razón frente a los españoles, surgiendo el gran humanista de la historia cuando firma el Tratado de Paz de Tremecen, estado árabe vecino de Orán en Argelia.
El castellano viejo se hizo criollo en los trabajos de la Segunda Audiencia y en las fundaciones de Santa Fe, y se acercó a los indios, es decir, a la tierra, hasta confundirse con ellos con amor de padre en su amada diócesis michoacana, en la primitiva Tzintzuntzan, que le fue ingrata, y en Pátzcuaro, lugar de alegría y de agua cantante, donde al fin estableció su casa como centro de un hogar donde él era el patriarca; sus hermanos, los indios viejos, representantes de la tradición, y sus hijos fueron los muchachos indios y las niñas morenas que simbolizaban el porvenir de la raza.
No es razonable el empeño de acaparar la gloria de don Vasco para una tendencia exclusiva, política o confesional. Mientras más alta es una personalidad, es también más rica y complicada; y hay espíritus cuyas facetas se multiplican según la variedad infinita de sus estados del alma. Es preciso mantenerse fuera del apasionamiento partidista y reconocer, con sereno sentido histórico, que don Vasco fue pastor y guía, reformador y letrado, ideólogo y jurista, empresario, místico, realista y militante, pacífico, español, criollo, indio, castellano y michoacano.
Tuvo don Vasco de Quiroga como ocupación primordial en su vida fundar pueblos dividiéndolos en calles, plazas y edificios; fue auténtico descubridor de nuestro paisaje, para él la inquietud y la preocupación son las condiciones indispensables de la acción, la santa, la divina acción, de la que ya no podrá prescindir en su vida. Realmente la divisa de su existencia la encontramos en aquel verso del poeta Shelley: “el gozo de alma está en la acción”.
Don Vasco de Quiroga, seguidor de la tradición de la cultura indígena, resolvió construir la ciudad de Pátzcuaro en el mismo sitio del pueblo indígena. Tradicionalista genial, superpuso la colonia en la época precortesiana.
Según la Relación de Michoacán, el nombre originario de Pátzcuaro fue el de “Tzacapu Hamacutin Pátzcuaro” que significa “en donde está la piedra que se llama la entrada al paraíso”, o sea la entrada en el tlalocan tarasco.
La puerta del cielo por donde acudían y subían los tarascos estaba el el lugar llamado Petazecua; eran unas peñas en lo alto, encima de las cuales asentaron sus cúes. Hoy día se encuentra ahí la huerta del templo de la Compañía de Jesús.
En sus correrías por las orillas de lago llegaron los tarascos a una región boscosa, cerrada de grandes pinos y encinos, y siguieron el único camino señalado por el río Guanil. Dice la Relación: “estaba todo cerrado con árboles y con encinas grandes, y llegaron a la fuente del patio del Obispado, lugar en donde nace el manantial descubierto por Don Vasco”.
Así surgió el Pátzcuaro precortesiano; “después, a mano de tierra, sacando por algunas partes las paredes de piedra para igualarle y allanarle; formaron la plazuela de la Basílica en donde se encontraban ruinas de grandes edificios según refiere el padre franciscano Ramírez en su Historia del Colegio de Pátzcuaro; sus grandes rampas bajaban hasta el lago, y se convirtieron en arterias de la nueva ciudad; la gran plaza ceremonial se encuentra en el mismo sitio, aprovechado por los españoles como corazón de la nueva población”.
Don Vasco aprovechó hábilmente la gran plaza ceremonial en que los tarascos enterraban a sus muertos, como se comprueba con los numerosos entierros encontrados. La plazuela de la Basílica, construida por los primitivos pobladores fue el sitio escogido para su gran utopía arquitectónica: construir la catedral más grande de la cristiandad americana, concebida con cinco grandes naves en forma de mano y dominando el paisaje del lago.
Un mundo de forma surgió de los artistas tarascos; gran sentido de la plástica se refleja en sus estatuillas e idolillos, de los cuales está ausente el espectacular dramatismo de los escultores de Colima y Nayarit; sus joyas de obsidiana, de gran fragilidad, con incrustaciones de oro adornadas con plumas de colibríes y las pinzas de plata, tienen la misma belleza y proporción de las esculturas tarascas. La cerámica aparece como obra de filigrana decorada con grecas o con los animales sagrados de la tribu: coyotes y garzas estilizadas, o con las flores de la región como la apatzecua (flor de muerto). Todos estos elementos dieron su propia personalidad a la cultura tarasca. Las formas variadas en la cerámica policroma aparecen como reflejo de un pueblo con mentalidad de artista.
Don Vasco de Quiroga, el civilizador, tuvo la virtud de saber aprovechar la cultura tarasca y proyectarla a una nueva etapa de desarrollo.
Cuando don Vasco llegó a la provincia, recogió la obra de Fray Martín de Jesús y de Fray Juan de San Miguel, pero la extendió y la realizó en forma prodigiosa según el comentario del cronista franciscano Larrea que hemos mencionado; los indígenas se habían remontado a la sierra, y por medio de la persuasión logró que iniciaran el regreso a sus antiguos poblados, y los reconstruyeran, renaciendo pueblos que luego se convirtieron en ciudades.
Funda tres grandes hospitales: en Santa Fe de México, que llegó a tener 30,000 habitantes; Santa Fe de la Laguna en Pátzcuaro, y Santa Fe del Río cerca de la región de La Piedad.
Es conocida la organización de sus ciudades hospitales: el trabajo en común era obligatorio seis horas; levantadas las cosechas se repartían en partes iguales; sacábanse los gastos del hospital de la comunidad, y el resto se distribuía entre los pobres; los moradores usaban trajes iguales; todos los regidores eran electos por la comunidad, prohibiéndose la reelección.
Los fondos en numerario se guardaban en una caja de tres llaves, de las cuales una tenía el rector, otra el principal y otra el regidor más antiguo; y al que tenía mala conducta se le arrojaba de la comunidad.
En el pueblo nuevo de Guanajuato fundó cuatro hospitales, para organizar a los tarascos de la región; otomíes, mazahuas y mexicanos.
Con inquietud colonizadora constituyó curatos que fueron sede y punto de partida para nuevas fundaciones, y puso las bases de los pueblos de Indaparapeo con Charo, Huaniqueo, Teremendo, Copándaro, Chucándiro, Zitácuaro, centro importante de indios mazahuas; Tlazazalca y Ucareo.
Luego sigue por Santana Tzirosto y ahí funda el curato de Zamora y completa su obra de fundaciones al establecer el curato de Guadalajara. Hasta el lejano y montañoso Tancítaro llegó el fatigado obispo.
Bajo su influencia brilló la Casa de Altos Estudios de Tiripetío, y le brindó confianza y admiración a Fray Alonso de la Veracruz, que trajo al Continente Americano su sabiduría y una de las primeras grandes bibliotecas; los padres agustinos, con su intervención cristianizaron a Cuitzeo, Yuriria y Huango.
Su provincia, como es sabido, se extendía hasta el actual Estado de Guanajuato en donde fundó los curatos de Irapuato, Salamanca y su hospital; San Miguel de Allende, Acámbaro, y su hospital Dolores que lleva el nombre de Hidalgo y Valle de Santiago, según lo investigó don Guadalupe Romero el gran geógrafo e historiador michoacano.
Los pueblos fueron desenvolviéndose con una nueva organización, con ejidos, y muchos de ellos con industrias regionales que todavía contribuyen a salvar de la pobreza a nuestro pueblo.
Como un recuerdo deberá decirse que Santa Clara del Cobre fue lugar para los cobreros; la cerámica policroma en Tzintzuntzan, Patamban, Capula, Panícuaro y Santa Fe de la Laguna; las bateas y baúles pintados en Cucupao (Quiroga); en Teremendo y Azajo nació la industria de la curtiduría; las esteras de tule en Zirándaro e Ihuatzio; la carpintería en Cuanajo; en Paracho los instrumentos musicales y la tintorería; en San Felipe la herrería; en San Juan Parangaricutiro las colchas con el viejo sistema de la patacua o telar primitivo de los tarascos; los deshilados en Aranza; en Nurio la sombrerería.
En Pátzcuaro brilló el artesanado en todos sus aspectos; fue el centro de sus maestros. Después de la desaparición de la Casa de Altos Estudios de Tiripetío, en Pátzcuaro se encontraban los artistas que hicieron los Cristos de caña; los instrumentos musicales de latón, especialmente las chirimías, las telas, las cobijas; la platería y la industria de las lacas pintadas con pincel, en las cuales se introdujo el oro como motivo decorativo, y finalmente, el vidrio soplado.
Sería largo hablar de las antiguas industrias que autorizaron el elogio del cronista Larrea: “son eminentes en todos los oficios, de tal manera que en sus curiosidades han recorrido el mundo con aplauso general”.
Fijó el día de mercado para cada pueblo, fundó el ilustre Colegio de San Nicolás en donde se educaron don José María Morelos y don Miguel Hidalgo y los próceres que realzaron la Independencia; el Colegio de Niñas de Santa Marta para doncellas españolas e indígenas; las escuelas de primeras letras y las instituciones se multiplicaron en la historia de los pueblos.
El bibliógrafo Beristaín publicó la nota de las trece obras escritas por don Vasco de Quiroga, distinguiéndose las reglas de ordenanzas para el gobierno de los hospitales de Santa Fe en México y Michoacán, en donde puso las bases de una nueva organización social inspirada en los humanistas del siglo XVI, porque anhelaba un mundo de igualdad pero con raíces claramente indígenas.
Dejó 635 libros, pasión de su sabiduría, y 10 mapas geográficos que hizo de Guanajuato y Michoacán.
A los 95 años emprendió su última caminata rumbo al pueblo de Uruapan; llegó a la Huatápera extenuado y bajó de la mula. Al entrar en la sacristía del pequeño templo colgó su capa negra en lo que creyó ser un cirial atravesado en la ventana. Los indios se postraron de hinojos por que descubrieron que don Vasco había dejado su capa sobre un rayo de luz.
La relación de los milagros forma su leyenda, porque el hombre, cuando tiene grandeza de los salvadores de los pueblos, se confunde con el mito.
En el Templo de la Compañía de Jesús en Pátzcuaro existía una pintura que lo representa muerto, pálido y consumido por el cansancio y las grandes vigilias; a los 95 años la muerte le atajó las marchas.
Se discute por Warren el lugar de su muerte (4), pero cuando falleció don Vasco de Quiroga, la historia cerró un capítulo, y los pueblos siguen recordando y pensando que un día reencarnará don Vasco en un nuevo apóstol que los salvará de la pobreza, porque su corazón fue de padre y no de encomendero, y porque mereció ser llamado más bien que Ilustrísimo Señor Obispo don Vasco de Quiroga, dulce y sencillamente “Tata Vasco”.
Notas:
1.- En realidad, Fray Juan de San Miguel, llegó después del arribo de los llamados doce apóstoles. Es decir, fue entre 1528 y 1530.
2.- La obra a la que se refiere el autor es la famosa Crónica de Alonso de la Rea, reimpresa hace varios años por el Colegio de Michoacán.
3.- Existe un error en la fecha que Arriaga Ochoa dice en cuanto a la fundación del pueblo de Uruapan, ya que no fue en 1540 su fundación, más bién fue 1533, Ver anteriores ediciones.
4.- Hay dos argumentos sobre el lugar del fallecimiento de Tata Vasco. El que hace Benedict Warrren que considera que fue en Pátzcuaro su muerte y no en Uruapan como el biógrafo de don Vasco Joseph Moreno, asegura.
Tomado de: “Mensaje”, Organo de la Sección XVIII del S.N.T.E. , Año I, No. II, Epoca II, Morelia, Michoacán. Marzo-Abril de 1965.
Tras votarse en el Congreso local la iniciativa presentada por el Ejecutivo del Estado con 36 votos a favor, cero en contra y cero abstenciones, el mandatario destacó que con la reforma se protegen los derechos laborales de los trabajadores.
El escaparate Punto México, que se ubica dentro de la Secretaría de Turismo federal, en la ciudad de México, registró una venta de artesanías por los 4 millones 550 mil pesos en la compra directa.