Alfonso Villanueva Manzo, un reconocimiento a la constancia artística
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Este día, ante la presencia del gobernador Fausto Vallejo Figueroa y los legisladores del Congreso del Estado, con gusto nos hemos enterado que el maestro Alfonso Villanueva Manzo, ha logrado el dig
07:47 PM 03/06/2014
Este día, ante la presencia del gobernador Fausto Vallejo Figueroa y los legisladores del Congreso del Estado, con gusto nos hemos enterado que el maestro Alfonso Villanueva Manzo, ha logrado el digno reconocimiento por medio de la Presea Melchor Ocampo en su emisión 2014, lo cual de manera indirecta no es sino un recuerdo y homenaje a sus dos grandes maestros: MAPECO y Alfredo Zalce. ¡En verdad uno de sus discípulos más preponderantes!
La obra del destacado artista –amigo cercano de quien escribe estas líneas- tiene sus orígenes allá por 1957, cuando siendo un jovencito llegó de su natal Zamora, Michoacán, a la ciudad de Uruapan –donde vivía su tío el Profesor Rafael M. Vega- con el fin de ingresar a la pequeña escuela fundada por el pintor uruapense Manuel Pérez Coronado (+), que ya en ese tiempo estaba en función con el nombre de Taller Escuela de Gráfica y Pintura “José Guadalupe Posada”, perteneciente al Instituto Nacional de Bellas Artes, organismo que les otorgaba un raquítico subsidio, acaso nulo.
En ese entonces, Uruapan le abrió sus puertas al futuro grabador y muralista, quien con gran entusiasmo entró al taller a partir de que lo llevara su tío, un plantel localizado en la calle de Emilio Carranza, a dos cuadras de la capilla de San Santiago y del Parque Nacional “Barranca del Cupatitzio”.
Me platicaba el maestro Alfonso Villanueva (con quien he conversado en múltiples ocasiones en un pequeño rincón cultural que existe en la ciudad del Cupatitzio), que en aquella época el taller sufría mucha persecución de parte de las autoridades, pues los consideraban rojillos a los maestros y alumnos del J. Guadalupe Posada, lo cual limitó su apoyo de parte del IMBAL.
Fue un tiempo en donde gracias a grandes maestros como MAPECO y otros que la historia de la plástica local ha olvidado, el alumno Villanueva alcanzó un aprendizaje en dibujo, historia del arte, grabado y pintura, durante al menos cinco años tiempo en que llegaría a convertirse en un estudiante con grandes aspiraciones.
Por eso, considero que las ambiciones artísticas de Alfonso, tal como ocurrió con Efraín Vargas, lo incitaron para que se marchara a Morelia a fin de ingresar al taller del máximo exponente del muralismo michoacano, el pátzcuareño Alfredo Zalce (+).
Así, en Morelia aprendió pintura y grabado en la Escuela de Diseño y Artesanías Número 2 del INBA, de 1966 a 1970. Cabe decir que por su capacidad artística y creadora también se desempeñó como maestro.
Por lo tanto, a partir de 1970 Villanueva se distinguió como un sobresaliente pintor, dibujante, ilustrador, diseñador, grabador y muralista, pero a la par desarrollando una amplia labor pedagógica.
Se le recuerda como maestro de Dibujo Biológico en la Facultad de Agrobiología “Presidente Juárez”, de la Universidad Michoacana; responsable del área de Diseño Gráfico en el Centro de Investigaciones Urbanísticas y Estéticas de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del IPN; maestro de dibujo en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Puebla; profesor de grabado en la Escuela Popular de Arte de la UAP; promotor de gráfica en el Taller de Diseño Gráfico y Reproducción de la UAP y, posteriormente, coordinador del mismo; maestro fundador del Taller de Artes Plásticas en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales en Zaragoza, Distrito Federal, UNAM; maestro fundador del Taller de Artes Plásticas de San Ildefonso dependiente de la extensión académica de la Máxima Casa de Estudios del país, en fin.
Su trayectoria y actividades profesionales son muy amplias. Trabajó como ilustrador en los libros de texto gratuito de la Secretaría de Educación Pública durante los años 1972, 1973 y 1974.
Desde 1976 es miembro del Salón de la Plástica Mexicana de cuyo Consejo ha formado parte. Obtuvo el premio de grabado en la Casa del Lago de la UNAM.
En 1983 fue invitado por la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura para dar asesoría sobre técnica de los materiales y orientación de gráfica y pintura.
Ha realizado murales en distintas partes, por ejemplo: en la Av. Bolívar de Managua, Nicaragua; dos murales, mosaico y pintura en la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Sinaloa; en 1970, mural en la Academia Nacional de Medicina del Centro Médico Siglo XXI; y, en 1991, dos murales, mosaico y pintura, en el Hospital de Especialidades del mismo centro hospitalario. Dos murales con cerámica en el entronque de la carretera Carapan-Uruapan en Michoacán.
En Uruapan todos conocemos sus obras, e incluso extrañamos al mural de “Los Clavadistas” que se encontraba a la entrada de la desaparecida Cafetería “La Pérgola”, situada en uno de los portales de la ciudad y que por desconocimiento total de los dueños del inmueble o de los responsables de la rehabilitación del lugar, fue destruido. Otra obra suya, la de “El Che Guevara”, que se encontrara en una de las casas de “la gente rica del pueblo” corrió la misma suerte, por instrucciones de sus dueños, personas conservadoras y pudientes.
Pero, el talento de los creadores es infinito, Villanueva tiene obra en la Facultad de Agrobiología, en la Preparatoria Lázaro Cárdenas y en otros no pocos sitio que lucen la inspiración sensible del zamorano –¡hijo adoptivo de Uruapan!-.
Olvidaba decir que ha participado en múltiples exposiciones tanto individuales como colectivas: en Bulgaria, Caracas, Salamanca, México, Puebla, Mérida, Guadalajara, Morelia, Culiacán, Jalapa, San Luis Potosí, Zacatecas, Guanajuato, Toluca, Durango, Zamora, Uruapan, etc.
Su trabajo se ha citado en una gran diversidad de publicaciones especializadas y editoriales reconocidas por la difusión del arte mexicano. También se le han dedicado espacios en medios electrónicos, diarios, semanarios y revistas, tales como: Siempre, Proceso, La Voz de Michoacán, El Diario de Sinaloa, Enlace, Uno más uno, La Jornada, Saber Ver, etc.
Las opiniones respecto a su trabajo y curriculum vitae han sido comentados generosamente en la pluma de comunicadores y amantes del arte, entre ellos: Rafael López Rangel, Cuauhtémoc del Valle, Yolanda Serrano Ayala y reconocida crítica de arte Raquel Tibol.
Pero eso no es todo, el amigo Alfonso Villanueva -quien a propósito vive en una colonia muy cerca al Parque Nacional “Barranca del Cupatitzio”-, es una persona sencilla, llana, amable, tolerante, como son los grandes hombres, aquellos que defienden su postura ideológica pero que admiten la pluralidad: es honesto en su obra, reflexivo, conocedor de su oficio, crítico constructivo. Excelente conversador de diversos temas entorno al arte.
¡Qué bien para nuestro amigo Villanueva, en verdad una distinción que le viene en tiempo y forma!
Lo felicito con orgullo ahora que ya ha recibido su justo reconocimiento, después de que hace unos siete meses, en Uruapan durante una plática, sus ojos reflejaban la tristeza y el desánimo por no haberse tomado en cuenta su obra artística en Uruapan, su ciudad adoptiva, pues luego de una aberrante decisión de las autoridades culturales del municipio, siendo el candidato idóneo para la condecoración se le “arrebató” sin ninguna justificación de peso la presea denominada “Mártires de Uruapan”, esa vez me decía: “¡no es posible que pasen están cosas, se debe de revisar la obra que uno hace!”, al referirse a la manera tan ventajosa en que se entregó el reconocimiento a otro aspirante.
Hace varios días, por la mañana en la plaza Mártires de Uruapan lo saludamos junto con el amigo José Cuevas y Laura Ramos. Le dije que la justicia llega cuando uno menos lo piensa, al saber a través de un medio impreso el reconocimiento que iba recibir.
Tan atento como siempre y con un nudo de emoción en su garganta, emocionado y reflexivo, tan sólo me respondió:
-“Sergio, me tomó por sorpresa la decisión que hiciera el diputado Rigel Macías, mi esposa me comentaba que estaban llamándome para algo muy importante, ahora sé a qué se refería”.
Le cuestioné:
-¿cómo se siente?
-¡Feliz!, pero todavía sigo trabajando, en nuestro oficio uno nunca termina de aprender.
Lo vimos al rostro, lo abrazamos fraternamente, al momento en que se le derramó una lágrima tan trasparente como su espíritu, un espíritu que se nutriera de la tierra del Cupatitzio para enseñarnos a valorar a quienes debemos valorar, como al maestro Alfonso Villanueva Manzo. ¡HONOR A QUIEN HONOR MERECE!
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