El ritual de las aguadoras

En los últimos años, durante la Semana Santa en Uruapan los visitantes se asombran y admiran al contemplar los ritos y tradiciones que llevan a cabo los habitantes
09:13 PM 14/04/2010


En los últimos años, durante la Semana Santa en Uruapan los visitantes se asombran y admiran al contemplar los ritos y tradiciones que llevan a cabo los habitantes de esta ciudad, y uno de esos festejos es precisamente el rito de la aguadoras, portadoras de agua bendita en sus cántaros de barro que llevan cargados al hombro, y quienes se pasean por las calles de la ciudad, con sus hermosos trajes típicos y bailan al ritmo de la música purhépecha.

En esta ciudad, donde la naturaleza a sido prodiga y las viejas costumbres hispánicas y prehispánicas se sincretizan para crear y recrear al paso de los años, bellas y hermosas tradiciones, que después de haberse perdido en el laberinto del tiempo, en esta época se rescatan y en un alarde de alegría, devoción y gran colorido, pues desde el 30 de marzo de 1997 el Domingo de Pascua se presenta este ritual de las aguadoras.

Poco se sabe de cuándo se inicia esta tradición y uno de los más cercanos antecedentes lo conocemos por la crónica que a mediados de los años 30’s del siglo pasado, nos hace sobre esta ceremonia, una viajera norteamericana, quien estuvo en esta ciudad durante esa década, realizando estudios de la flora de la región; pero simultáneamente a sus estudios botánicos, registró las costumbres, tradiciones, lengua e historia de la ciudad y de sus alrededores.

En 1945 editó y publicó en inglés un libro, Enjoying Uruapan. A book for travelers in Michoacán, en el que nos narra en detalle la vida cotidiana y festiva de los uruapenses de aquellos años.

De esta obra hasta ahora no traducida, extrajimos un pequeño fragmento de la página 477 a la 481 dedicado al ritual de las aguadoras. La narración de Storm nos abre una ventana a través de la que casi podemos presenciar esta bellísima y significativa ceremonia. La selección, del texto es del periodista Ernesto León Ávila.


GUARDIANES DEL AGUA BENDITA


Durante la Semana Santa en Uruapan, los visitantes se estremecen con sus ritos y tradiciones, y quien ha estado aquí en esas fechas, regresa para estar en la plaza antes de las diez de la mañana del "Sábado de Gloria" y ver llegar a las aguadoras, "Las Cargadoras de Agua Bendita".

Cuentan las gentes mayores del pueblo, que desde días lejanos, cada barrio mandaba un hermoso grupo de aguadoras al templo, en el Sábado de Gloria, y desde entonces es que cada año en estas fechas, van apareciendo las aguadoras de San Juan Evangelistas, San Juan Quemado, San Francisco, La Magdalena, La Trinidad, San Miguel, San Pedro y Santo Santiago, las cuales van llegando con mucho respeto cargando su cántaro de barro elaborado en Patamban, y luciendo un hermoso atuendo.

El atuendo de las aguadoras es como el de las guares en las kanakuas y en las procesiones de las fiestas de los barrios, pero frecuentemente muestran toques finos y apropiados a esta ceremonia religiosa.

La blusa o huanengo es de manga corta, con el cuello cuadrado y luminosas sedas bordadas en punto de cruz, larga y negra falda con pliegues, donde sobre sale la franja verde o roja de la enagua o fondo, mandil de un gran colorido con vibrantes bordados, así como también lleva rosetas y listones de colores en crispantes y obscuras trenzas, alrededor del cuello cuelgan collares de coral rojo y chaquiras de colores de brillante vidrio, y no se diga sus planas o aretes que temblorosos reflejan los rayos del sol. No era fácil que cada familia pudiera financiar todos los gastos para que una de sus hijas participara en tal procesión, aunque el deseo de hacerlo fuera inmenso.

Todas las aguadoras son señoritas jóvenes y muy bellas, entre los doce y diecisiete años, y son elegidas para esta ceremonia por mandonas del barrio desde el año anterior, y es por quienes siempre van acompañadas. Pero también participan adorables pequeñitas vestidas exactamente como las mayores, tambaleantes y con graves pasitos siguen a la procesión manteniendo la dignidad de sus escasos años, algunas se encuentran en los carnosos brazos de las madres pareciendo lindas muñecas con sus hermosos ojos brillantes.

La decoración para los cántaros es traída a la plaza, sobre anchas bateas laqueadas, cubiertas por inmaculadas servilletas bordadas en punto de cruz, donde son llevadas las ofrendas que aportan los familiares para el arreglo y que consisten en frutas, dulces, flores naturales y artificiales, pequeños platitos de juguetes, canastitas de azúcar y botellitas de licor, además lo más importante, un ángel o cordero de azúcar color rosita, dorado o blanco, que se coloca sobre la tapa del cántaro.

El reloj de la torre del templo parece detenerse esa mañana y es agradable escuchar el estallido de los cohetes, mientras las aguadoras van apareciendo por la plaza para ir a acomodarse bajo la sombra de los viejos encinos que se encuentran frente a la parroquia, donde cada barrio tiene un lugar en el borde de la plaza y nunca los mandones o cargueros se introdujeron en el espacio del otro.

Es aquí donde se inicia la labor del arreglo, con la ayuda de familiares, las aguadoras todas con sus tiernas y delicadas manos, el cántaro de Patamban, el cual lleva pintadas figuras de conejos corriendo y está cubierto por una red de amplias aperturas a las que van fijando tiras de papel picado, gatos, perros y conejos de azúcar, así como anillos del mismo material de colores rojo, azul, rosa y verde, ciruelas de azúcar y frutas de horno, así como las frutas del tiempo: plátano dominico, mameyes, chicozapote y flores como el geranio, las espuelitas, flor de camelina, rosas y otras más; también cuelgan de la red los pequeños platos, ollitas y amarrada la tapa del cántaro con un listón escarlata, el ángel va en una apariencia inocente y chistosa.

Mientras tanto, los músicos contratados, quienes los han acompañado desde que salen de sus casas hasta que acaba el atardecer, tocan sones como el Pescadito, Julia y por supuesto la Flor de Canela.

Así, todos los presentes en la plaza se disponían toda la mañana a presenciar y participar en esa graciosa ceremonia; hasta cerca del mediodía van terminando de arreglar el cántaro a su gusto, habiendo puesto sobre cada uno suficiente decoración como para adornar un árbol de navidad.

Cuando es terminado de adornar y lleno de agua el cántaro, queda muy pesado, por lo que la familia lo coloca firmemente sobre la cabeza de la joven aguadora.

Anteriormente el agua era bendecida en el templo, alrededor de las diez de la mañana después de cantar El Gloria, mientras sonaban a repique las campanas. Colocaban el agua en la pila bautismal arrojando hermosas flores escogidas por las aguadoras desde el barrio y éstas quedaban flotando en la pila hasta la bendición, ya que una vez bendita el agua, las aguadoras metían los cántaros o jarros a la pila para llenarlos, pero después el cura mandó que cada aguadora debería tenerlo lleno y así sin vaciarlo a la pila, se llevaba a cabo la bendición.

Cuando salen del templo, una de las mandonas, la capitana, las guía y forma desde la más alta hasta la más bajita, después viene la música, enseguida se agregan solemnemente y en silencio las pequeñitas de falda larga, moviéndose la procesión alrededor de la plaza, y de ahí a los respectivos barrios.

El ruido de los cohetes anuncia que el agua bendita sale de la plaza, la música aumenta jubilosamente y cuando entran al atrio de la capilla, de cada barrio, un nuevo estallido de cohetes saluda su llegada, mientras bajo las clavellinas en flor se resguardan las alegres jovencitas propuestas oficialmente para el próximo año.

Después, el resto del día, el baile con la música, alboroto y aguas frescas en las casas de los cargueros que han dirigido y financiado esta fiesta, los dulces y frutas que adornan los cántaros y jarras son repartidos entre los niños del barrio.

El agua es guardada hasta un año, se da a los amigos que lo piden, trayendo su propio recipiente, salpicando con el agua alrededor para alejar enfermedades y al enemigo malo, temblores, tormentas, accidentes y mala suerte, una persona con problemas puede beber un poco. Después, cuando se termina el agua, el cántaro no es considerado como sagrado.

Esa tarde del Sábado de Gloria, en la plaza hay niños que venden Judas, figuras de piernas largas y muecas, hechos de papel periódico, cada uno con un cohete amarrado a su espalda, para que al encenderlo, lo mande lejos.

En otros tiempos, los judas eran tronados a las diez de la mañana del Sábado de Gloria, pero ahora están guardados para en la noche, y cuando los enciendan salgan disparados hacia la oscuridad con un largo silbido, terminando con un estruendoso poom.

Se sabe que esta hermosa tradición narrada por Marian Storm, se pierde en los inicios de la década de 1940 por razones no definidas; existen versiones acerca de la desaparición de este ritual y una de éstas dice que fueron los trastornos sociales ocasionados principalmente por los efectos del nacimiento y erupción del volcán Parícutin, aunado a las restricciones que por esa misma época, imponen los representantes de la parroquia de San Francisco, motivados por los excesos que a últimas fechas ocurrían en este tipo de celebraciones.

Después de estos acontecimientos, se presentaron esporádicamente en algunos eventos de carácter cultural, solo grupos folclóricos que a través de la danza, en que doncellas vestidas con sus trajes tradicionales, cargando los cántaros de Patamban, nos hacían recordar este ritual.

Lo cierto es que poco más de cincuenta años después, renace la inquietud por rescatar la tradición, varios promotores culturales y gente de los barrios de Uruapan en coordinación con Benjamín Apan Rojas, representante de Cultura Purhépecha, A.C., se promueve el rescate de la bella tradición de Las Aguadoras. Las fotos corresponden a Las Huananchas de la comunidad indígena de Zacán, que es una tradición similar.


El Diario Visión
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