Ser joven y no ser crítico es una contradicción casi hasta biológica

Mucho se ha dicho de la influencia que tiene la generación denominada "millenial" con respecto los comicios celebrados en Inglaterra, Colombia y Estados Unidos. Se dice que la apatía de los mismos han dado como resultado serios tropiezos en materia de democracia y que de nosotros depende "casi, casi" que el entramado jurídico institucional electoral funcione correctamente. Y cómo contradecir tal tesis si la última Encuesta Nacional de Valores señala que al 90% de los jóvenes les importa más lo que se dice en redes sociales mediante memes que la propia política que rige la res piblicae.

En los estados subdesarrollados no es diferente. El joven promedio, al cumplir 18 años de edad, se convierte en un ciudadano y pasa de tener capacidad de goce a gozar de capacidad de ejercicio, jurídicamente hablando, y por consiguiente su derecho de participar en democracia mediante el voto. En este momento se incrementa el voto en aquellos que ejercen su derecho político en sentido positivo al emitir su sufragio por primera vez. Posteriormente disminuye el interés y se nivela al llegar a los 35 años de edad.

Tal desinterés genera que los jóvenes seamos vistos por los líderes de los partidos políticos únicamente como números más no como activos capaces de incidir en las decisiones gubernamentales.

Existe un pequeño círculo rojo de jóvenes que militan en partidos políticos, pero por desgracia, ello implica que gocen de ese sentido crítico que Salvador Allende Goessens describía en la paráfrasis de la que hago referencia en el título de esta opinión. El sentido revolucionario de los jóvenes no únicamente debe de interpretarse como ese deseo impetuoso de cambiar el estatus quo de las cosas, sino de tener la capacidad de análisis y crítica férrea ante aquellos con los que ser comparta o no afinidad política.

Ese es el más grave de los problemas en cuanto participación democrática de los jóvenes: la combinación de una severa apatía por asuntos públicos y, en las pocas juventudes que se interesan y militan en movimientos políticos, la plena ausencia de sentido crítico para con los actores políticos.

Algún lector en este momento podrá decir "Falso. los jóvenes son los primeros en levantar la voz" lo cual es una verdad a medias, por no decir a cuartos. Si bien los jóvenes son los que realizan los más férreos señalamientos, también, por desgracia, los mismos en muchas ocasiones no son realizados con el pleno conocimiento de los temas. Me explico. La juventud en virtud de ese ímpetu característico habla y señala sin resquemor, no obstante, la participación juvenil no debe de limitarse ni entenderse como gritar y señalar con dedo flamígero a diestra y siniestra, sino que debe sustentarse en un conocimiento previo para que la opinión del joven realmente cumpla su cometido que es incidir en la opinión publica y abonar a las soluciones de nuestro país. Algo así como lo que sostiene Jamie Whyte respecto a nuestras opiniones.

La juventud para poder acceder al papel que nos corresponde en sociedad debemos de exigir nuestro derecho a participar no solamente por el hecho de ser jóvenes per se, sino aparte de ello tener la capacidad y el conocimiento para hacerlo. ¿De qué sirve tener ese ímpetu revolucionario si se adolece de las herramientas para incidir? Peor aun cuando juventudes sin herramientas pretenden incidir en opinión pública.

Ser joven y no ser crítico es una contradicción casi hasta biológica

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