Un empresario de ascendencia inmigrante, con un alarde de ser un gran empresario y extraordinario negociador, realizó una campaña electoral basada en un discurso de miedo, cuya rentabilidad puede dar
09:23 AM 12/01/2017
En aquel ya lejano día de 16 de junio del año 2015, en el que Donald John Trump anunciaba desde su Torre en Nueva York, el resto del mundo se convulsionaba de risa al pensar que semejante rockstar pudiera llegar a ocupar la oficina oval de la Casa Blanca. Hoy, a 19 meses de distancia ese chiste se va a volver realidad.
Un empresario de ascendencia inmigrante, con un alarde de ser un gran empresario y extraordinario negociador, realizó una campaña electoral basada en un discurso de miedo, cuya rentabilidad puede dar múltiples dividendos, según Morales Izaguirre. La otra parte de esta historia es que no es ni tan buen empresario ni buen negociador, ya que su fortuna se la debe precisamente a ese talante mediático que logró posicionar el apellido Trump como una marca, y que al patentarla logró cobrar regalías por millones de dólares, al grado de tener hasta un jamón con su apellido en el empaque.
Con un discurso xenófobo enfocado a Latinoamérica, pero principalmente a México, logró convencer al electorado blanco, ignorante y desempleado –según Nuam Chumsky– para que le diera su voto y así acumular los 270 votos electorales necesarios para ganar la contienda, indistintamente de que Hilary Clinton, con muchísimas más millas de vuelo en la arena política, lo superara en el voto popular con más de dos millones de sufragios.
Desde la campaña, se vislumbraba una ola de medidas proteccionistas que de manera directa e indirecta vendrían a lesionar las finanzas públicas de México; un país que al tener como vecino a la economía más grande del mundo, logró posicionarse como el “hermano menor” para aprovechar su vecindad al exportarle manufacturas, atraer turismo y, por supuesto, remesas, que son parte importante que sostiene la economía del país.
Ante su victoria e inminente acceso al Poder, los embates no se han hecho esperar y pareciera que a menos de diez días de entrar en funciones es ya el que
toma decisiones en la política estadounidense. Así, en cuanto presidente electo, ha logrado ahuyentar una serie de inversiones de nuestro país, para instalar las mismas en su territorio, bajo la amenaza de imponer fuertes impuestos a las exportaciones mexicanas a pesar de existir un Tratado de Libre Comercio que señala que en determinadas materias, como la automotriz, será de cero porciento el impuesto arancelario.
Ante tales dificultades y con una cancillería experta en finanzas y destinada a tratar (entiéndase lidiar) con Trump, México está obligado a replantear, no únicamente desde lo público, sino también desde lo social el devenir de nuestro país si no queremos llegar a una crisis como aquellas en las que la inflación llegó a alcanzar máximos históricos en el siglo pasado. Esta dificultad, al más puro estilo de análisis foda, puede representar una gran oportunidad para la economía del país si se maneja de una manera que genere beneficios a los mexicanos.
La diversificación económica es un proceso inacabado en nuestro país, ya que como lo vengo diciendo, Estados Unidos ha sido nuestro principal socio comercial en virtud de que concentra el 80% de exportaciones mexicanas y el 64% del comercio total, a pesar de que nuestro país tiene 12 tratados de comercio con 46 países, sin embargo, ante un escenario como el actual, los encargados de dirigir el comercio exterior y las finanzas están obligados a mirar al resto del mundo para atraer inversiones y estrechar lazos comerciales. El modelo económico de México no ayuda a esta propuesta, ya que la excesiva dependencia no ayuda a generar riqueza propia que permita detonar el potencial de nuestro país. Incluso, dicen expertos, que el problema no es Trump, sino el modelo, ya que el presidente electo únicamente vino a acelerar el proceso de quiebra en nuestro país.
Otra cuestión que es fundamental para aminorar los embates a la economía doméstica es fomentar el comercio interno, favorecer al empresario mexicano para que la economía interna se dinamice y se estimule con la menor fuga de capitales posible. Preferir lo local a lo importado puede reducir el golpe económico que
nuestro país está viviendo, además de comprar en moneda nacional que no implica un tipo de cambio en desventaja para nuestro país.
Medidas como las planteadas pueden haber muchas, lo importante es que en momentos de complejidad nuestras autoridades tengan la sapiencia suficiente para dirimir el escenario complejo y que las decisiones se tomen conforme a los intereses nacionales y con la perspectiva académica y jurídica, más no con el criterio político que en un sinnúmero de ocasiones salva el pellejo de la partidocracia, pero en detrimento de la sociedad mexicana. Lejos de buscar que Trump nos perdone la vida, debemos de enfocarnos a nuestras propios recursos para salir adelante.
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