Matías Castillo fue acusado de homicidio culposo, se le integró el proceso penal número 11/2011 en el juzgado tercero en materia penal.
09:30 PM 21/11/2011
Matías Castillo Tamez, de 22 años de edad, había salido de su casa en Escobedo, Nuevo León, sin adivinar la tragedia que le esperaba en las horas siguientes; se desempeñaba como chofer de tráiler y había sido asignado a trasladar uno de esos enormes camiones llamados quinta rueda, de Chihuahua al puerto de Lázaro Cárdenas, Michoacán. Llevaría una pesada carga de chatarra para reciclar en la siderúrgica, pero no llegaría al final del camino, los frenos le fallaron cuando iba sobre la llamada autopista Siglo XXI, hizo un regadero de chatarra a lo largo de un kilómetro, chocó un autobús y tres camionetas, una de ellas se incendió y murieron tras calcinados. Toda una tragedia.
Ahora purga una condena de seis años de prisión en el Cereso de Uruapan, sin derecho a la libertad condicional; lejos de su lugar de origen, de su familia y de los enormes camiones que tanto le apasionan. Un día obtendrá la libertad y entonces, de nueva cuenta, piloteará un “quinta rueda”, dice.
Eran las nueve y media de la mañana del día 9 de febrero del presente año 2011, cuando salió de Chihuaha, a bordo de un camión Kenworth, color blanco y placas de circulación 011DJ7, del servicio público federal, con dos remolques cargados con varias toneladas de fierro chatarra; su destino sería Lázaro Cárdenas, en el pacífico michoacano.
Largos tramos de carretera y el intenso calor, tuvo que soportar durante varias horas al cruzar los estados del norte del país hasta llegar al día siguiente a la capital michoacana; pasó Morelia y tomó la autopista hacia Pátzcuaro y luego se internó a la llamada Siglo XXI. Pasó las casetas de cobro de Zirahuén, San Ángel Zurumucapio y Taretan, sin ninguna novedad.
Dice en su declaración que apenas unos diez minutos después de haber pasado la última caseta mencionada, sintió que los frenos no agarraban, a la altura de La Purísima, checó el tablero y observó que la presión del aire era baja, por la ruptura de una manguera. Activó el freno de motor ya que la carretera es pura bajada y con la carga, detener ese enorme mastodonte es todo una hazaña.
El tráiler doble remolque, cada vez se encarreraba más, dijo, los frenos no respondían; le empezaron a sudar las manos y enormes gotas de sudor caían de su frente, además, el intenso calor a las cuatro de la tarde de ése jueves 10 de febrero, era intenso, iba entrando a la zona de tierra caliente. Lo separaban solamente unos cien kilómetros para llegar a su destino.
Tenía que hacer algo, reaccionar ante una inminente tragedia en la autopista sangrienta, había pasado apenas el kilómetro 115 cuando intentó deshacerse del remolque trasero al salir de una curva, lo logró, pero para su mala suerte, circulaba en dirección opuesta un autobús de pasajeros Parhíkuni, con número económico 4534, que conducía J. Dolores Mancera, con destino a la ciudad de Morelia.
La pericia del autobusero logró esquivar de frente el impacto con el tráiler que iba “desbocado” y de bajada, le causó daños parciales al autobús y algunos pasajeros más que lesionados, sufrieron crisis nerviosa y fueron auxiliados por paramédicos; en la zona, quedó un enorme reguero de chatarra que rápidamente fue retirada por personal de la autopista y policías de Uruapan al mando de Martín Vega Villalobos, su director, que se dieron cita al lugar ante la información en el sentido de una enorme tragedia.
Ahí quedó el autobús, pero el tráiler siguió su endemoniada carrera, nadie podía detenerlo. Poco más de dos kilómetros adelante, tomó una curva hacia su izquierda, por la gran velocidad en que se desplazaba, Matías no pudo controlarlo, se salió a su derecha y se subió parcialmente a un talud, al tratar de reincorporarse, viró a su izquierda y se volcó sobre su costado derecho quedando transversalmente sobre la carpeta asfáltica.
Así, volcado, siguió deslizándose sobre el asfalto; ocasionó daños a una camioneta Silverado y a una Nissan de unos trabajadores de la autopista, afortunadamente estaban en un barranco sacando escombros de una pipa con combustóleo que se volcó y se fue al desnivel en donde se incendió y su chofer murió.
La mala suerte de tres personas, Leopoldo Toss Cóyotl y sus cuñados Iliana Jassandra y Uriel Omar Cisneros, hizo que estuvieran a la hora y en el lugar equivocado. Les costó la vida; murieron calcinados.
Venían las víctimas de Apatzingán, de donde habían salido a las tres de la tarde, luego de que comieron, iban a Morelia a bordo de una camioneta Chevrolet, pick up, color rojo, a la cual el tráiler sin control arrastró varios metros y la proyectó hacia la orilla de la carretera en donde se incendio junto con sus ocupantes, sufriendo una trágica e instantánea muerte.
Al final todo era desolación y muerte; la camioneta con sus ocupantes y el tráiler volcado se incendiaron, largas lenguas de llamas y humo negro se alzaban hacia el cielo a varios metros; chatarra regada por doquier y el tráfico paralizado por varias horas. El trailero logró sobrevivir, sufrió solamente algunos raspones y esperó la llegada de las autoridades.
De las víctimas calcinadas, Leopoldo se dedicaba a la venta de agua purificada allá en Apatzingán en donde se quedó su esposa Trinidad Esperanza, hermana de las otras víctimas, Iliana Jassandra, ama de casa y madre de tres hijos, de 13, 11 y 10 años de edad, en tanto que Uriel Omar, de oficio comerciante, dejó un hijo de 7 años de edad, en la colonia 18 de Marzo de Apatzingán.
Matías Castillo fue acusado de homicidio culposo, se le integró el proceso penal número 11/2011 en el juzgado tercero en materia penal, y recientemente ha sido sentenciado a purgar una condena de seis años de prisión en el Cereso “Lic. Eduardo Ruiz” de Uruapan, sin derecho a la libertad bajo fianza.